En la segunda mitad del siglo pasado surgieron las guerrillas en Colombia. Durante muchos gobiernos y por varios años se intentó negociar con tales grupos, así como contrarrestarlos militarmente. De esa manera, las guerrillas pervivieron con el Estado y en contra de este, por cerca de seis décadas.
Llegado al poder el presidente Juan Manuel Santos, se inició una negociación con la guerrilla de las Farc, con la que se alcanzó un acuerdo que fue firmado el 24 de noviembre de 2016 y que, actualmente, se encuentra en desarrollo; mientras tanto, el ELN sigue delinquiendo en la clandestinidad.
Así las cosas, todas las generaciones de colombianos que han vivido durante esas seis décadas (o murieron por el conflicto), han sido afectadas por la existencia de esos grupos y algunos también fueron testigos del acuerdo alcanzado. Sin embargo, al final, es fácil señalar que realmente fue un período que muy poco aportó a nuestra Patria. Claro, ni la guerrilla tomó el poder o acabó con “las oligarquías” ni el gobierno logró derrotarlos militarmente o someterlos a la justicia.
Lo que sí resulta evidente es que fue una época triste, con muchos muertos y con la clara certeza de que se vivió en una larga etapa de temor y de zozobra. Además, fue una época en la que se perdieron oportunidades de crecimiento y progreso.
Por ello, vale la pena preguntar, luego de vivir tanto tiempo bajo la amenaza de la guerrilla: ¿sirvió para algo esa guerrilla? ¿Tenemos una sociedad mejor? ¿Los corruptos o las oligarquías dejaron de existir? La respuesta a todos estos interrogantes es un rotundo NO.
Esa contundente respuesta negativa no es de extrañar. Durante estos casi sesenta años nunca se supo qué era lo que realmente pretendía la guerrilla. Nunca representaron un sentir popular; a lo sumo mostraban un interés minoritario particular. La dinámica con las guerrillas ha tenido, como es lógico por el paso del tiempo, diferentes contextos históricos. Y si al principio, bajo el arropo de ideologías marxistas-leninistas, pretendían acceder al poder por la exclusión que significaba el bipartidismo, sería entendible, pero en la actualidad pretender llegar al poder a través de la violencia es totalmente inaceptable.
El argumento que esgrimen algunos, para justificar las guerrillas, frente a las evidentes muestras de desigualdad y abandono de muchas personas y en muchos lugares de nuestra patria, no es válido. Acaso esas guerrillas representan a los menos favorecidos o a los excluidos del poder, nuevamente la respuesta es NO. ¿Acaso esa no es la función de los gobernantes?, ¿acaso en una democracia participativa no podría llegar al poder cualquier persona que se incorpore a las reglas de la misma democracia?, ¿y realizar las acciones necesarias para acabar con las inequidades? Eso es lo que deben hacer y que, en efecto, hacen todos los políticos de todos los partidos. Que al final no lo hagan es otra gran tragedia.
Cuál es la razón entonces para que ahora siga existiendo el ELN, la respuesta igualmente es ¡ninguna! Más bien, la denominación de mercaderes de la violencia sería la adecuada, ya que infundir terror y ejecutar actos violentos en contra del gobierno y de la población resultó ser un buen negocio.
Sucede que, infundir terror a través de la violencia o de la amenaza tiene sus réditos. Eso lo tienen claro los que persisten en apelar a las organizaciones delincuenciales como la guerrilla o los paramilitares. Saben que al final se tendrá que llegar a negociar con el contrario a condición de no seguir matándolo o intimidándolo. Lo malo es que lo toman de costumbre y como atajo a las reglas de la democracia para llegar a cargos en las diferentes ramas del poder público.
Eso ha pasado y seguirá pasando. Peor aún, debe ser tan bueno y lucrativo el negocio de la violencia, que algunos no saben si es mejor acceder a dichos cargos, que los muestran como adalides de la pulcritud y el decoro, o seguir delinquiendo desde esos grupos disidentes, como lo hicieron Márquez, Santrich y ‘El Paisa’, entre otros. Vaya disyuntiva que tienen los bandidos.
Por: Coronel (RP) Luis Fernando Rey Tovar
Abogado, Magister en Derecho y en Seguridad Pública,
Administrador Policial, Profesional en Criminalística,
Especialista en Seguridad, en Docencia universitaria y en Derecho procesal, constitucional y justicia militar